Por SUSADNY GONZÁLEZ RODRÍGUEZ
En materia de relaciones bilaterales entre vecinos, sobran motivos susceptibles de azuzar la hoguera de la discordia. Imagine la dimensión de la “bronca” si lo que está en disputa es el mar. Sí, ese charco rayano con el horizonte, devenido añorada heredad para los bolivianos, que, asfixiados por su mediterraneidad vivirán, si el largo -135 años-, perenne encierro, dependiera ahora mismo de Chile.
La pugnada esperanza por acceder al océano prohibido la ultimó recientemente el canciller chileno Heraldo Muñoz, cuando al pasar por alto aquel viejo proverbio de “la diplomacia consigue más triunfos que los cañones” dio por “cerrado para siempre” el derecho de Bolivia a respirar con soberanía al Pacífico. Tajante, el jefe de la diplomacia austral ¿olvidó? un detalle que hace la diferencia: la demanda boliviana, dizque “inconducente” e “improductiva”, no la resuelve un ministro, sino la Corte Internacional de Justicia (CIJ) que, ¡que hay esta vez!, y se sale con otro de sus fallos salomónicos.