Por Susadny González Rodríguez
Los comicios para elegir al nuevo presidente de ¿la esperanza? serán recordados como los más caros en la historia de ese, el primer narcoestado de América Latina. Llevan el sello del desprecio por la legalidad que manifiestan los partidos, y de una extrema derechización, reflejada en propuestas conservadoras, a años luz de las necesidades de la miríada de votantes, y del país todo.
Unas elecciones en las cuales la exclusión parece ser el eslogan. La asimétrica relación de poderes lo ilustra. Apenas 10 representantes mayas llegan al Congreso en una sociedad predominantemente indígena (60 por ciento). Y se patentiza, como asignatura pendiente, la poca visibilidad de la mujer (solo tres féminas se postularon, y de ellas la Nobel de la Paz Rigoberta Menchú alcanzó un discreto 3,18 por ciento). Aunque no faltó la que intentó impregnarle su aroma a la banda presidencial. Sin embargo, la negativa de los magistrados puso fin a los sueños de la exprimera dama Sandra Torres, quien apostó hasta su matrimonio en pos de la candidatura. Fallido intento que dejó sin representación al partido oficialista. Hecho sin precedentes.