Su ausencia supuso un duro golpe a las aspiraciones nacionalistas de los panameños. A 30 años de la desaparición del general Omar Torrijos (31 de julio de 1981) aún pende la incógnita de un plan orquestado por la CIA.
Por Susadny González Rodríguez
Una muerte impertinente y sin grandeza le frustró su vocación de mártir, tal vez el aspecto más negativo de su personalidad, pero también el más espléndido y conmovedor, al decir de uno de sus grandes amigos, Gabriel García Márquez.
Faltaban apenas setenta días para celebrar sus trece años en el poder, que había asumido cuando, el 11 de octubre de 1968, al frente de una Junta Militar derrocó al gobernante Arnulfo Arias y asumió simultáneamente la presidencia y la jefatura de la Guardia Nacional. Llegaba con el cometido de desterrar el flagelo del colonialismo. En opinión de los historiadores, pocos se percataron del renacer histórico al que asistía entonces la nación istmeña; después de todo, el pueblo estaba acostumbrado a los vaivenes políticos del hemisferio y a las consignas demagógicas de sus dictadores.
A treinta años de la pérdida del general Omar Torrijos Herrera (31 de julio 1981) todavía se siente su desaparición como un mazazo a las aspiraciones nacionalistas de los panameños.
Nunca antes un jefe de Estado de ese territorio había logrado una audiencia con un mandatario de la Casa Blanca (solo tres presidentes norteamericanos habían visitado Panamá: Theodore Roosevelt, a la inauguración del Canal, Franklyn Delano Roosevelt, a una pesquería y Dwight Eisenhower, a una reunión presidencial del continente). De la prensa gringa solo recibía cuestionamientos a su democracia, que él solía rebatir con su tremendo sentido del humor: “Para salvar la buena apariencia ante los ojos de los Estados Unidos, uno tiene que lavarse la cara con las aguas cristalinas de la democracia, y si un país no celebra convenciones políticas con payasos bailando, se piensa que es un mal país. Por eso los norteamericanos no me entienden ni a mí ni a mi país”. O tal vez fuera porque en materia de intereses no hablaban el mismo idioma. El suyo se pronunciaba a favor de la soberanía y del proceso de pacificación de la región centroamericana. Lee el resto de esta entrada »