Por Susadny González Rodríguez
Confiado en que al término de este año, bajo su edicto, suscribirá con la guerrilla el distendido sueño de los colombianos, Juan Manuel Santos se afana -¿con incautas motivaciones?- y estratégicamente apela a la lógica invertida que resume un conocido refrán: la carreta delante de los bueyes.
Los poderes ejecutivo, legislativo y judicial de la nación se aprestan a redactar un proyecto descrito por el mandatario como “muy sencillo, de tres artículos, en donde simplemente se dice que: el referendo constitucional con ocasión de un acuerdo final para la terminación del conflicto armado podrá coincidir con otros actos electorales”. O sea que ante el eventual silencio de los fusiles, los ciudadanos además de a los candidatos, votarían un referendo por la paz.
De modo que otra vez el fantasma de la celeridad patrulla la mesa de negociaciones. ¿Acaso el Ejecutivo pretende poner un plazo a los diálogos, vulnerando la cláusula de “nada estará definitivamente convenido hasta que todo esté acordado”? El tema del mecanismo de refrendación -sexto en la agenda- parece lejano todavía. Sin embargo, para cuando sea abordado, vaticina suspicaz el guerrillero Timoleón Jiménez, “cualquier otra fórmula, verbigracia una Constituyente, será desechada de inmediato con el solo argumento de que implicaría más trámites y demoras. La nación entera quiere poner fin al conflicto ya, dirán. Así la fórmula gubernamental del por si acaso resultará impuesta por inercia”. A no dudarlo, la gran prensa la emprendería contra las FARC, acusándolas de haber engañado a todos.