*Entiendo que este trabajo pueda romper un poco con la política editorial que me he autoimpuesto desde el inicio en este blog, pero me permito este paréntesis, sin jurar que será el último.
Cuando digo Mejunje me viene a la mente, aún sin conocerlos, aquellos nómadas citadinos con sed de encuentro, con hambre de sana conspiración y ansias de trasnochar. Aquellos negadores del sueño nocturno que llegada la medianoche brindaban con yerbas a manera de cóctel, profetizando el bautismo de algo que rebasó la tertulia y el peregrinaje. Fue esta la génesis del Mejunje que un día descubrí, no por asomo, ni convicción de pertenecer allí.
Llegué de la mano de alguien, conmigo venían las referencias vox populi de un antro perturbador e influyente, propias de la mentalidad cerrada de una ciudad pequeña en el centro de la Isla. Con el ticket de la entrada, una suerte de respiro solvente que siempre te hace dudar de su encanto en tiempos de inflación, firmé mi contrato de retorno cada viernes. No sé si en busca de la buena suerte para la próxima semana, como presagiaba Silverio (el director) ante el micrófono en su ritual de bienvenida, antes de cederle el set a la cubanísima música de Los Fakires. Quizás motivada por esa máxima retadora: “bienvenidos al lugar donde todo se permite menos cortarse las venas”. Me movía la curiosidad, el morbo de saber qué era todo lo permisible “sin ver la sangre correr”. La ansiedad de saberme expuesta entre tanta gente extraña, diferente, que solo busca ponerle un parche a la soledad. Así es como terminas o empiezas a hablar con un desconocido, que de seguro firmó también su pasaje de regreso. Y comienza el hechizo, entre el primer sorbo de cualquier chispetrén ante jamás valorado. Porque el bautizo llega con el baile, no el de las fiestas comunes, sino el que te funde en un vaivén al compás de ritmos tradicionales, mientras te cuestionas tus preferencias musicales. Después solo resta esperar qué depara la noche entre tanta gente de a pie, con estilos decadentes, seres de los que mamá siempre aconsejó alejarme. Gente linda en el fondo. Entonces se detienen las guitarras e irrumpe un collage de temas antológicos que te pone por delante la tarea de aprender cada estribillo para repasarlo junto al coro que tararea un track legendario de cuando yo apenas soñaba con nacer.