Por Susadny González Rodríguez
En esta hora en que “el comandante Chávez sigue batallando duro”, constancia y paciencia son el llamado, especialmente a esa derecha necrofílica -como la bautizó el vicepresidente ejecutivo y canciller Nicolás Maduro-, que “solo anhela escuchar una verdad nefasta”.
Contrariamente a los comunicados oficiales emitidos por el Gobierno de Caracas, los agoreros de la muerte predican afanosos sus propios partes clínicos, inducidos por la indiscreta impotencia tras haber perdido todas las batallas políticas frente al que lucha por su vida. Inconscientes, también, de que el chavismo -una de las fuerzas sociopolíticas de izquierda de mayor impacto en el mundo- ya constituye una hegemonía que desborda la propia obra de Chávez y deviene proyecto de vida para los pobres de esta tierra, convocados en lo adelante a garantizar su irreversibilidad.
Los entramados mediáticos, que no pierden oportunidad para desestabilizar a la patria y desconocer la voluntad popular expresada en octubre pasado, han convertido el 10 de enero de 2013 -reasunción presidencial- en una especie de fin del mundo. Aun así la convalecencia del líder sorprende a una oposición hoy más débil y desorientada. Convengamos en que la apretada victoria de Henrique Capriles sobre Elías Jaua por el estado de Miranda apenas alcanza a aquel para esbozar el camino a la presidencia.